El paisaje (La casa Bouvet) I, 2022. Linograbado. Impreso en papel Somerset 410 gr. 149 x 114 cm. Edición 1/6 + 1 PA. MKL-0590
UN KILO DE VERDE. Juego de intenciones
La relación de Miki Leal con la gráfica se ha configurado siempre como un fértil territorio de búsqueda e indagación, también como una oportunidad para la profundización en algunos de sus referentes temáticos, pero, sobre todo, como un ámbito donde la dinámica creativa se ve enriquecida y complejizada al afrontar el proceso que media entre la configuración de la obra y su ejecución. Es precisamente en esa dinámica procesual donde reside la esencia de su relación con la obra gráfica y en esta ocasión puede decirse además que es el proceso como tal el elemento que se convierte en el verdadero motor de la propuesta. A lo largo de los años y a través de series como Record-Play, Santa Mónica Boulevard, A sangre fría, The End y otros trabajos, Miki Leal se ha ido familiarizando con diferentes técnicas y procedimientos como el aguafuerte y la aguatinta, el monotipo, el photogravure, la punta seca o la mordida directa. En esta ocasión, para Un kilo de verde ha optado por el linóleo, pero en combinación puntual con otras técnicas ya utilizadas por él como el monotipo, el aguafuerte o la plancha perdida, en un claro deseo por profundizar, no solo en las posibilidades del medio, sino también en esa dinámica que en todo proceso creativo se abre entre concepción y realización. Un camino que le permite poner de manifiesto y dar visibilidad al juego de intenciones que preside esta propuesta y por extensión cualquier proceso de creación. Un territorio por otra parte, el de la reflexión sobre la intencionalidad en el campo de la pintura, hacia el que ha dirigido buena parte de sus esfuerzos y su producción en los últimos años a través de la revisión de modelos y referencia. No es extraño en este sentido la elección del linóleo para este trabajo, en la medida en que es una técnica con resonancias expresivas muy definidas, condicionantes técnicas de aparente simplicidad que poner a prueba y con una genealogía de autores de linograbados como Picasso, Matisse o Baselitz, componentes todos ellos que ofrecen un espacio creativo sobre el que Miki Leal puede desplegar sus mencionados juegos de intenciones consistentes en continuas reformulaciones, reposicionamientos y resignificaciones acerca de la pintura.
Un kilo de verde se desarrolla con una serie de características que le otorgan carta de naturaleza. La propuesta se articula, por así decirlo, a partir de seis modelos de partida, seis linóleos, sobre los que posteriormente desarrolla seis variaciones sobre cada uno de ellos, aplicando diversas modificaciones en el color, la gradación o la disposición de elementos. El resultado son así seis bloques de linóleos, formados por seis piezas singulares y únicas. Si bien el ejercicio de las variaciones sobre un tema es algo frecuente en su obra, aquí pasa a convertirse en el verdadero argumento de la propuesta. Los seis modelos de base parten de la revisión de géneros y estéticas bien definidas en pintura, ya sea el retrato, el bodegón, el paisaje, la abstracción y la geometría o la pintura de historia, lo que da pie al mismo tiempo a la incorporación de citas y temáticas (Cézanne, Piero della Francesca, el jazz, las artes decorativas…), que remiten y dan continuidad a ese bloque reciente de obra que ha desarrollado en los últimos años bajo el nombre global de Gente conocida. Una filiación que ya viene enunciada desde el propio título de la serie, Un kilo de verde, conocida expresión atribuida por Gauguin a Cézanne acerca de la naturaleza, cualidad e intensidad del color, aspecto sobre el que, en buena parte también, pivota este trabajo.
La gama de variaciones que guía el desarrollo de la serie toma la forma de un desvelamiento de la intencionalidad que sostiene el proceso creativo, el modo en que cada cambio modifica la obra, ya sea actuando sobre la composición, el peso y la distribución del color, las modificaciones en el equilibrio y el ritmo visual de la obra, el rango de relieves y contrastes que aporta el linóleo o el efecto de la trama. Ante todo, es el encuentro del artista con el medio, explorando posibilidades y forzando limitaciones en cada fase, el que permite que aparezcan y tomen forma cada una de las variaciones que singularizan las piezas, resultando así una propuesta doblemente procesual: en sus objetivos, exponiendo el juego de intencionalidades que sustenta su obra, y en su propio desarrollo, haciendo confluir en un mismo plano y tiempo la concepción, la composición y la ejecución material.
En Un kilo de verde, están presentes, como territorio de indagación, muchos de los elementos que caracterizan la trayectoria de Miki Leal. La cuestión de la profusión decorativa, en un sentido claramente mattisiano; la capacidad de componer y dibujar con el color; el reto de enfrentarse a la merma de naturalismo que provoca el medio elegido, el linóleo, y la aplicación y uso del color en un registro más plano y sin escalas, en la línea de algunos de sus más queridos referentes; la problemática de la intensidad y la profundidad, algo muy afín a su pintura y tan esencial en la ejecución de estos linograbados a través de un complejo juego de capas, incisiones y presiones; la importancia de los bordes y de la periferia de la obra actuando sobre el ritmo visual de la obra y la reconfiguración y resignificación de su sentido; o, por último, sus características superposiciones visuales y citas iconográficas. Todo un conjunto de aspectos reunidos en una serie que se configura, finalmente, como un complejo ejercicio de sintaxis pictórica a través del territorio de la obra gráfica.
Alberto Martín
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